El maravilloso movimiento y equilibrio de los gatos

La destreza del movimiento de los gatos puede resumirse en dos palabras: la gracia y precisión.
Tanto si caminan tranquilos de un rincón calentito a otro, salen a inspeccionar su territorio o se dejan arrastrar por la agitación y la furia de la persecución, los gatos usan siempre los músculos de su cuerpo con inigualable economía, eficiencia y elegancia. La clave de su éxito como cazadores reside en la perfecta combinación de los agudos sentidos del oído, la vista y el olfato, capaces de situar e identificar a las presas y de deter minar si es necesario actuar de forma cauta ya estudiada o rápida y precisa para atraparlas.
AGILIDAD ADMIRABLE
Además, la capacidad de pasar, en cuestión de décimas de segundos, del estado inmóvil y vigilante la acción, común a todos los felinos, confirma el mundo de intenso equilibrio sensorial en el que viven. El dominio del cerebro sobre el cuerpo es tan firme que, incluso cuando el gato pierde una pata por accidente, siempre consigue recuperarse y adaptarse rápidamente a la nueva situación. Aunque sus movimientos estén, por supuesto, más limitados que antes, el grado de movilidad que alcanzan les permite acercar su nuevo modo de vida al que tenían antes.
Al andar normalmente, el gato mueve primero la pata delantera derecha, luego la pata trasera izquierda, después la pata delantera izquierda y finalmente la pata trasera derecha, situando un pie delante del otro en línea recta. Al trotar, el intervalo entre los movimientos es más pequeño, tanto que las patas se mueven de dos en dos al mismo tiempo, siempre la de delante con su opuesta trasera.
Cuando el trote aumenta de velocidad, las dos patas traseras se impulsan hacia delante al mismo tiempo y el peso del cuerpo recae sobre las delanteras, dando esos magníficos saltos que les caracterizan. Durante este cambio de velocidad, si la intención del gato es clara, las uñas se desenfundan listas para ser utilizadas. Como contrapartida, uno de los puntos débiles del motor dinámico de los gatos es su incapacidad para mantener la carrera durante mucho tiempo.
Esta característica se cumple para toda la familia felina, con la única excepción del guepardo, que aunque no es un corredor de fondo, sí es capaz de ejecutar
impresionantes carreras. Desde el tigre al gato salvaje asiático más pequeño, el método de caza de los felinos se basa en la paciencia y el sigilo, y no en la velocidad. Ya estén persiguiendo a una presa o escapando de un peligro, los gatos siempre prefieren saltar o trepar a sitios elevados antes que correr, lo cual les confiere ventaja con respecto a otros cazadores y presas.
SALTAR Y TREPAR
Los gatos pueden saltar, una vez evaluada la distancia visualmente, hasta cinco o seis veces su propia altura, y no es raro verles trepar por el simple gusto de hacerlo. Así pueden adoptar su posición favorita de otear desde lo alto las escenas que se suceden abajo. Cuando hallan lugares estratégicos, en lo alto de un tejado plano que dé a un jardín, por ejemplo, encuentran suficiente distracción para estar entretenidos bastante tiempo.
El comportamiento que impulsa a los gatos a trepar está muy ligado a su instinto natural de supervivencia. No son mucho los enemigos que dominen la técnica de escalada como los Gatos. Además, desde la seguridad de los refugios elevados pueden vigilar los movimientos de adversarios potenciales. En casa, los gatos se esconden encima de armarios o en sitios parecidos cuando entra, por ejemplo, un perro que no conocen. La flexibilidad de su columna vertebral es otra poderosa arma con la que cuentan los gatos cuando se sienten perseguidos o amenazados, pues les permite escurrirse por estrechas aberturas o escapar por lugares casi inaccesibles. Bajar después de trepar es otro tema, ya que siempre resulta más difícil y menos elegante que subir.
La orientación de las uñas no favorece descensos airosos, y con frecuencia el gato tiene que bajar de espaldas por etapas hasta estar bastante cerca del suelo, girarse y dar el salto final hacia delante. Los gatos parecen saber casi siempre si van a poder bajar después de trepar y, si quedan atrapados en un árbol o en cualquier otro sitio complicado, es porque estaban asustados al subir y no sopesaron las consecuencias. En general, aprenden pronto y no suelen sentirse atraídos por aquellas aventuras que no tengan muchos visos
de éxito.
ATERRIZAJES FORZOSOS
A pesar de las habilidades de salto que tienen los gatos y el cuidado con que calculan la altura y la distancia antes de impulsarse, pueden cometer (y de hecho cometen) errores. Saltar al alféizar de una ventana o subirse a una mesa puede concluir de forma torpe con las patas traseras colgando y el tronco inclinándose hacia delante si se ha hecho mal el cálculo. En este esfuerzo por terminar de subir, podemos observar cuán fuertes son las garras de las patas delanteras y cuán poderosas son las patas traseras. Si finalmente no lo consigue, se girará hacia un lado y saltará de vuelta abajo bastante decepcionado. Dar saltos demasiado ambiciosos desde superficies difíciles, como tejados muy inclinados, suele provocar aterrizajes tras los cuales el gato tiende a mover y lamerse las garras de forma compulsiva. A los gatos no les gusta equivocarse y, tras un incidente de ese tipo, procuran recuperar su dignidad rápidamente. Un buen lavado, actividad que suelen poner en práctica los gatos para ocultar la decepción, los nervios o la frustración, es a menudo el mejor remedio.
CAER DE PIE
De todas las destrezas atléticas de los gatos, su capacidad de ponerse derechos durante el salto es una de las que más llaman la atención. Lo consiguen gracias al aparato vestibular, especialmente desarrollado en los felinos, que está situado en el oído interno y que controla los movimientos de la cabeza en el espacio para mantener el equilibrio del resto del cuerpo. Se trata de una serie de cámaras y conductos conectados entre sí que contienen fluidos, así como millones de pelos microscópicos con terminaciones nerviosas que envían señales al cerebro. Los movimientos de la cabeza perturban la corriente del líquido, y por tanto la posición de los pelos, cambio que se procesa en el cerebro. Cada vez que se producen diferencias de posición bruscas entre cuerpo y cabeza, se activan respuestas reflejas que corrigen el desequilibrio.
Cuando un gato se cae, el aparato vestibular envía información al cerebro para que mueva los músculos del cuello y enderece horizontalmente la cabeza. Justo entonces, el gato se gira y aterriza sobre los pies con la espalda arqueada para amortiguar el salto. Los gatos nacen ya con este reflejo y muy pronto lo ponen en práctica mientras hacen volteretas y juegan con su madre y sus hermanos.
LA COLA
La cola tiene una importancia vital para muchos de los movimientos de la vida diaria de los gatos, pues aporta estabilidad para caminar por vallas o paredes finas o para estar sentado en lo alto de un poste. Durante el enderezamiento automático descrito antes, proporciona el equilibrio necesario para garantizar el aterrizaje más seguro. También usan la cola como timón para corregir la dirección durante el salto cuando el espacio sobre el que tienen que posarse es muy pequeño.
CAPACIDAD DE REACCIÓN
Todas las acciones físicas de los gatos están dirigidas por un entramado de mis de 500 músculos, controlados a su vez por un centro de información altamente desarrollado alojado en el cerebro. Este procesa la información a una velocidad vertiginosa, dotando al gato de esa capacidad inigualable de reacción a los estímulos, ya sea al olor o la vista de una presa, o ante situaciones de emergencia como caídas o resbalones bruscos. En los cachorros, el cerebro crece muy rápido y alcanza la plena madurez a los cinco o seis meses.
Durante ese tiempo los cachorros reciben de la madre y los hermanos la estimulación que necesitan para aprender y perfeccionar sus aptitudes musculares, y adquieren la experiencia para aprovechar al máximo sus órganos de visión, olfato, oído y tacto.
EL CEREBRO
El cerebro del gato pesa entre 20 y 30 g, pero la proporción del peso de este con respecto al del cuerpo es más alta que en la mayoría de los mamíferos, exceptuando a los simios y a los humanos. La parte del cerebro que se ocupa del movimiento y el equilibrio es el cerebelo y, como la que coordina el olfato, abarca un área muy extensa y está altamente especializada.
Es la responsable de que los gatos aprendan por experiencia a moverse y a aplicar su técnica a las nuevas situaciones. También se encarga de perseverar en dichas situaciones hasta que el animal logra su objetivo. No obstante, el gato que sufre una caída dolorosa o frustrante tiende a no arriesgarse a intentar la misma empresa de nuevo. Así es como aplican la experiencia al aprendizaje.
Ejemplos de esto incluyen la adquisición de algunas destrezas como la de abrir puertas, beber agua de grifos y recuperar objetos de sitios inaccesibles, siempre que sean interesantes, claro. No es raro ver a un gato intentando atrapar algo con una pata diferente y desde un ángulo distinto cada vez. Pero es verdad que la mayoría de los gatos solo se ven impulsados a este tipo de actividades si no tienen nada mejor que hacer, pues no les divierte mucho hacer cosas que agraden a sus amos; hacen alarde de una independencia tal que a veces puede parecer hasta cruel.